La felicidad huele a flores

jueves, 24 de septiembre de 2009



Estos casi 90 días del año tienen algo que me cautivan más que los calurosos días de verano y las sepias ventoleras de otoño.

Los días amanecen con luces diferentes. Claridad, frescura y una infinidad de sensaciones nuevas y distintas a cualquier estación del año. Pero ¿qué es lo que amo tanto de la primavera? Hay un algo que me hace respirar profundo, y aunque los olores y fragancias no sean perceptibles por mi nariz poco especializada, huelo "un algo"... un.. "algo".

Me pasa que camino como flotando. Que mi vista ya no se centra en el pavimento evitando algún tropiezo, sino que divaga en el azul profundo del cielo y los rayos del sol que se abren paso entre los árboles. Mientras observo y siento, recuerdo. Me remonto a la niñez, aunque nada tenga que ver con las condiciones climáticas que nos regala la estación. Me imagino a orillas del mar, acariciada por la brisa húmeda, distinta a la ventolera ruda de la ciudad, pero con sensaciones tan equivalentes entre un escenario y otro. Me imagino caminando por mis antiguos barrios. Lindos barrios que me vieron reír y crecer.

Me doy cuenta de que la primavera y sus maravillas me traen recuerdos. Me llena de sensaciones que, por pura casualidad, son todas felices y plenas.

Es decir, la primavera me hace feliz... pero, ¿por qué? ¿qué he vivido en primavera que provoca tal sentir en mi?

He vivido 19 años... probablemente sólo recuerdo nítidos los últimos doce. Doce primaveras que persisten en mi memoria entregándome alegrías. Sin embargo, una linda primavera hace cuatro años viví experiencias únicas, aparejadas a las mariposas en el estómago y los pelos de los brazos engrifados. Nuevos olores, nuevas personas, nuevas sensaciones entre las flores rosadas y pálidas, las aves cantoras y los vientos frescos. En primavera lo conocí. En primavera me enamoré y soñé. En primavera fui y soy profundamente feliz.

Primavera

martes, 8 de septiembre de 2009

Por favor! que llegue la época las alergias y los pajaritos cantores. Quiero la primavera!

Un hombre feliz

domingo, 14 de junio de 2009

Tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro, según la conocida frase, son tres de esos logros en la vida que todos, en algún momento, debemos alcanzar. Es una especie de refrán que data de tiempos inmemoriales, sin especificar qué árbol plantar o si se debe escribir una novela o un cuento para poder decir “lo he hecho todo”.

Sergio Salgado era uno de ellos. Un hombre que logró cumplir con creces las metas contenidas en esta pretérita frase… y mucho más.

El Papi Checho, como lo llamó alguna vez uno de sus nietos, emprendiendo la difícil tarea de aprender a hablar, era una persona sencilla. De caminar tranquilo y mirada sigilosa. Siempre sentado en su cómodo sillón, viendo televisión. Aunque ya no viera ni escuchara nada. Su rostro siempre sereno inspiraba esa paz y quietud que sólo pueden entregar los ancianos. Pues a pesar de verse cansada bajo sus gruesos cristales ópticos, su mirada destellaba con el brillo único de la meta cumplida; de la felicidad de haber consumado sus labores en el mundo que conocemos y la de emprender nuevos y anónimos rumbos. Lejos, pero muy cerca de todos.

Don Sergio cumplió con la primera de las metas consignadas en el antiguo refrán: tener un hijo. Sin embargo, el sentido común nos invita a pensar que ser padre no es sólo aportar un espermio progenitor de vida; padre hay que serlo, no sólo parecerlo. Don Sergio aporto doce de estas células vitales y fue el maravilloso padre de once hijos, lamentando la muerte del más pequeño, quien dejó de existir durante sus primeros meses de vida. Los once afortunados fueron criados entre inestables condiciones en una población de Recoleta. Las únicas condiciones que podían otorgarles una dueña de casa y las manos del Papi Checho, arreglando máquinas de coser durante las décadas del cincuenta al setenta. No obstante, no hubo carencias. Don Sergio no sólo parecía. Era un padre y por docena.

La tercera de las metas en la vida es una de las más admiradas dentro del clan Salgado. Como se acostumbraba en esos tiempos, Don Sergio con suerte termina la educación básica e ingresa al mundo del trabajo y el billete. Se desempeñaba como mecánico formalmente y cualquier otro pololo que surgiera durante el día. En sus cortos pero fructíferos tiempos libres, leía y escribía. Llenaba hojas papel roneo de impecable manuscrito y una ortografía admirable para un mecánico de manos sucias.

Carilla tras carilla, el Papi Checho termina su libro a mediados de los noventa. Doscientas páginas que sintetizan y explican lo conocido hasta la época sobre los orígenes del universo; el Big Bang. Anticipa el calentamiento global y el efecto invernadero, con la rigurosidad científica de sus lecturas. Texto precedido por un título que nos dice que a mediados del siglo XX, para él ya todo era conocido: “Nada nuevo bajo el sol”.

Las atiborradas reuniones familiares de los Salgado tenían a Don Sergio y Doña Francisca, su esposa, a la cabeza. Entrando en el nuevo milenio, Doña Francisca o Mamaita, como le llamaban en familia, muere de una vejez implacable, dejando a sus once hijos, ya todos adultos y maduros, con su viejo Papi Checho. Las reuniones ya no serían las mismas. Don Sergio parecía hundirse más en su cómodo sillón ubicado en el living, de donde no se levantaba hasta el almuerzo. Luego hasta la once. Siempre lejos, pero a la vez tan cerca. Todos preguntándose qué ocupará su impenetrable mente, ahora aquejada de Alzheimer, la que sólo recuerda sus viajes a Suecia con su Mamaita y algunos vecinos de antaño. Pero olvida los nombres y rostros del presente; incluso sus hijos, nietos y bisnietos.

¿En qué trabajará la mente de un hombre de ochenta años¿. Qué misterios del planeta intentaba vislumbrar Don Sergio.
Por qué parajes habrá viajado su mente mientras era trasladado a un hogar de ancianos, dónde seguramente le otorgarían los cuidados necesarios. Pero, su cuerpo, ya ajeno a la felicidad de su alma, no logró sobrellevar los embates propios de la vejez. Su vida termina en el mismo hogar donde debió haberse prolongado. Saliendo de este mundo ¿Habrá sabido que ante los ojos de una frase del pasado, ha cumplido con todas las metas que nos depara la vida para ser felices? Pues aunque se desconoce cuántos árboles plantó en su vida –que de seguro lo hizo-, en la cosecha de su paso por estos suelos, Don Sergio Salgado alcanzó lo que algunos llaman felicidad. La de haber hecho todo y hacerlo de la mejor manera.

El antiguo y conocido refrán al Papi Checho, le quedó chico.

¿En cuarentena?

Sé que es sólo una estrategia mediática. Sé que sólo es el nuevo negocio de un inteligente, pero desgraciado laboratorio. Sé que es lo mismo que cualquier resfrío. Lo sé.

Pero me aterra ver a mi hermano con una fiebre implacable, dolor en todo su cuerpo y su cabeza. Y más me aterra y me molesta usar una estúpida mascarilla si es que quiero ir a abrazarlo.

Sé que es sólo una gripe. Pero odio la gripe porcina.

// Expandiendo el vocabulario //

domingo, 1 de marzo de 2009

- ¡Adivina con quién me encontré en la playa!, me dice mi mejor amiga, Blanche.

- ¿Con quién?, contesto intrigada.

- ¡Con el Fernando!

- ¡Oh!, que buena. ¿Y que andaba haciendo ese tololo por allá?, pregunto de vuelta de manera inocente pero más intrigada aún.

Mi mejor amiga guarda silencio y me contesta con esa voz que usamos entre amigas cuando quieres indicarle a la otra que ha hecho una pregunta estúpida.

- Vacacionando, mi laboriosa amiga. Creo que debes ir a buscar el término en algún diccionario.

// Martina Gaete //

¿Cómo dejé pasar tres años?

Es una maravilla conocerte, mi niña linda.

// Peludos y Peludas //

martes, 17 de febrero de 2009




Peludos, juguetones, lerdos y muy tiernos. Lenguas rebeldes, que saludan a pesar de los intentos de esquivarlas, entre saltos, risas y colas largas... la otra no tanto.


El Tei y la Babu. Mis mascotas. Mis amigotes caninos que han sido motivo de tantas carcajadas y ese enorme balde de baba que cada integrante de esta familia tiene bajo sus mentones.

Un casi puddle, que costó $70.000, jurando que era toy. Blanquito, crespo y pequeñito. Cuando corre parece cordero y puedo jurar que cada vez que llega alguien a la casa, en su rostro puede distinguir una enorme sonrisa, mientras menea con dificultad el pequeño muñón que reemplaza la larga cola que debió haber tenido. Nunca fue puddle toy, pero es una maravilla. Motivo de canciones rockeras y baladas sobre su dudosa condición de macho. Si!, mi perro puede ser gaaaay y muy mamón, ¿y qué?. Su nombre es Telly... y no pregunten por qué; es una tonta historia.


La otra es una quiltro, la que rescatamos de las azarosas garras del destino. Una vida en la calle no es vida para ningun animal, y sus ojitos me lo dijeron en cuanto la retiré de su pulgosa cuna de tierra, entre sus otros seis desafortunados hermanos. Es loca, traviesa y de un rostro que supera a cualquier perrito hush puppies. Lerda y atarantada, choca con cada mueble ubicado en la casa. Busca cariño en el regazo de cada uno... esperando una caricia, a cambio de nada. Su nombre es Gaby, motivo por el cual cada día rogamos que nunca una "Persona Gabriela" atraviese las puertas de esta casa.


Son mi alegria y la de todos que entran a esta casa. Porque aunque esté lleno de pelos, este hogar no seria lo mismo sin esas patas.

// $$ //


Es sólo plata, mi amor. La sucia y cochina plata. Total y completamente solucionable.

// Pololeos compartidos //

El teléfono ya no sólo es de MI uso exclusivo. Ahora no sólo YO me quedo pegada una hora hablando con mi pololo. Ahora otra persona en esta casa dice "corta tu... no tu", al teléfono. Ahora otra persona habla como guagua por un auricular; ahora debo compartir y debo decir que no es con mi hermano.
- ¡Papá, te llaman!

// San Valentín //

domingo, 15 de febrero de 2009

-¿Cómo que en eso habiamos quedado?, me dice César con voz confundida.

- Si poh mi amor, acuerdate que me ibas a venir a buscar... para... salir... juntos. El día del amor y todas esas cosas. Le digo un poco desilucionada, pero asumida. Mi pololo tiene mala memoria, tienes que aceptarlo, ya filo. Pensaba.

-¡Chuta, mi amor!, ya no alcanzo. Estoy haciendo unas cosas en el computador y queria bañarme y todo. Son las tres ya poh. No alcanzo.

Y ahí me quedé, con mi regalo del día de los enamorados en las manos y contestando llamados un día sábado. A mi pololo se le habia olvidado el detalle de venir a buscarme, pero qué importa... son sólo detalles. (Todas sabemos que sí importa, que son detalles, es verdad, pero QUÉ detalles)

Termina mi turno y guardo mis cosas con apuro. Tenía que llegar donde mi César, quien me esperaría en casa, para poder entregarle mi regalo. Ya no importa que se le haya olvidado, pensaba.

En ese momento recibo un llamado. Era su voz entre ruido de autos y camiones. Así no suena su casa, pensé.

-¿Dónde estás?, le pregunté.

-Por ahi, por ahí, me dice con tono burlesco pero feliz.

Pues claro. Ahi estaba, cerca de la estación de metro, a sólo unos pasos del edificio, con una rosa roja en la mano y una caja de chocolates en la otra.

- ¡Feliz día, mi amor!

// Ondas perfectas, por sólo unas lucas //

Castaño claro y largo. Lleno de vida, pero cansado, con las puntas partidas. Hace más de dos años que no lo corto y crece día a día con más fuerza, hasta pasar la frontera de mis pechos y llegando al límite de mi espalda, cerca de mi trasero.
Es mi pelo, brillante después del baño y tieso durante las tardes. Siempre liso y sin movimiento, como esperando el ventilador de alguna pelicula para despertarlo.
Eso ha cambiado. Después de 2 horas dentro de una peluquería rancia de San Antonio. Cagá de miedo en manos de una vieja chica con el pelo quemado y luego de desembolsar la no despreciable suma de diez mil piticlines, tengo lo que siempre he querido: pelo largo, castaño claro y brillante, pero ahora ondulado perfectamente, con volumen y movimiento, pero muy rebelde ante cualquier broche.
Ahora puedo despedirme del ventilador de películas. Muchas gracias, pero ahora sí, tiene vida!
Nota del autor: Cabe destacar que este alegria sólo durará hasta el mes de mayo, porque la vieja chica de la peluquería de bajo presupuesto cobra por lo que hace, ni un mes más, ni un mes menos. Cuak!

// Sólo una //

No discutamos ni nos amarguemos... mejor riamos de la vida, que es sólo una y quiero vivirla con tigo.

// Definitivamente, una proporción insuficiente //

¡Pero si hay que elegir algo que sea mejor para nosotros, para la universidad!, o no, ¡elegir algo que salga de ella, pero de ayuda social!

Pues claro, en las ocho opciones que figuraban en la papeleta de voto para elegir los presupuestos participativos de la FECh, en la Universidad de Chile, sólo uno de ellos contemplaba algún tipo de ayuda a los animales, en medio de otros de tendencia social muy buenos, por cierto.

-¡Yo elegiría el de los veterinarios!- dije, y las reacciones de mis amigas fueron homogéneas. -¡Pero es que no puedes comparar a un ser humano con un animal!- (seguro el ser humano es un vegetal, pensé). -¡hay que preocuparse de los niños, los vagabundos…no de los perros- sentenciaron.

Yo observaba sus declaraciones con una rabia desbordante, hasta que la Ori calmó los ánimos diciendo: pero bueno, esa es lo que ella quiere, chiquillas.

Éramos cinco personas discutiendo, y sólo yo consideré (o por lo menos lo manifesté) la opción de un proyecto, en el que veterinarios de la Chile, pedían aporte financiero de la federación de estudiantes de la universidad, para acudir y apoyar a perros en cierta ciudad del país. Es sólo un proyecto entre ocho opciones, que al parecer, tampoco recibiría mucha acogida entre los estudiantes.

Me impactó el grado de antropocentrismo moderno de mis amigas, y sólo pude decir, levantando un poco la voz (algo raro en mí): Okay, de nosotras cinco, que una se preocupe de los animales es una buena proporción. Y la discusión no continuó.

Ahora que he reflexionado la incómoda situación, pienso: uno de cinco y uno de ocho ¡es una proporción de mierda! ¿Cómo será esta misma si la elevamos a la proporción social?

Obviamente el ser humano tiene un valor supremo ante otros seres vivos, pero eso lo decimos porque, precisamente, somos seres humanos.

Somos animales, al igual que los perros, pero nos diferencia nuestro enorme y desarrollado cerebro, nuestra capacidad de razonar, anticipar, crear, reflexionar, deducir, empatizar, sintetizar, nuestro dedo gordo a modo de pinzas, gracias al cual podemos escribir y crear todas esas útiles cosas que hemos ingeniado, así como tantas otras maravillas humanas.
Sin embargo, y a pesar de ser la especie más desarrollada, es también la más imbécil y destructiva; la que no sólo destruye el planeta, paradójicamente, con el fin extraer beneficios para sí mismos, sabiendo que en sólo unos años más, no quedará nada de él (¿de qué sirve entonces nuestra exclusiva capacidad de anticipar?), sino que también ha exterminado a todo ser, incluso, los de su misma especie.

Somos los únicos seres del reino animal que razonan, pero hemos usado y abusado, desde siempre, de la razón para matar, maltratar, exterminar, dañar y causar sufrimiento a todo el que sea diferente a nosotros.

Hemos golpeado y abandonado a los animales; los observamos, inconmoviblemente, todos los días, sentir hambre. Les hemos quitado todos sus territorios y espacios, los que les pertenecen a ellos desde tiempos ancestrales; los hemos destruido en todos los sentido posibles, y para colmo, sentimos asco, repulsión, los discriminamos y los odiamos (hablando a modo general de la raza humana, por supuesto).

Esa es la raza más perfecta del mundo, y sólo una de cinco personas es capaz de comprenderlo, e intentar hacerse cargo, con un mísero proyecto (que también es minoría entre los proyectos), de la crueldad del ser humano; la especie a la cual pertenecemos, de la que debemos sentir orgullo, como también desilusión y vergüenza.

Porque uno de cinco, definitivamente, no es suficiente; mucho menos uno de ocho. Ya que nadie pretende quitarle el pan a un niño para dárselo a un perro. Se trata de respetarlos como seres vivos; como seres que aún viven pese a nuestra crueldad y destrucción.
De que, al contrario del ser humano, ellos no piensan, no razonan y no pueden valerse por si mismos en una ciudad, llena de humanos insensibles (mucho menos los animales que el mismo ser humano ha domesticado, sin hacernos cargo de eso tampoco). Ellos son diferentes, ya que no piensan, pero afortunadamente no destruyen al nivel que lo hacemos nosotros.

Y más aún. Cuando un judío se acerca a un alemán, sabiendo todo lo ocurrido durante la primera mitad del siglo XX, quizás ya no habrá odio ni temor entre ellos, pero seguramente, nunca harán lo que hace un perro al cual sólo se le ha entregado cariño.
Porque a pesar de que nuestra especie ha mermado a la suya, cuando abro la puerta de mi casa, siempre está ahí; moviendo incansablemente su cola, esbozando lo que yo creo es una sonrisa y saltando en busca de una caricia a cambio de nada. Demostrándome el más puro e irrazonable amor que existe en este mundo (precisamente porque no razonan). Ya que aunque yo lo torture, el saludo de mi perro siempre será el mismo.

// La Fuga //

-¡Catalina!, grito mi papá, con su voz seca y enojada.
Yo corría, lo más fuerte que podía hasta llegar a la micro que se encontraba estacionada, como si estuviera esperándome, en una esquina.
Me había escapado de mi casa tras una fuerte y reveladora discusión familiar, y había convencido a mi hermano para que engañara a mi papá, y así poder conseguir las llaves de la reja, para que yo pudiera salir sin mayores inconvenientes. Pero un padre no es tonto, y mis pies no alcanzaron a estar fuera del patio cuando escuché su voz. Yo me estaba escapando y el me permitió hacerlo.

Llegué a la micro y le rogué al chofer, entre llantos y gritos, que partiera.

-¡Me escapé de la casa, mi papá viene. Vayase por favor!. Sin embargo, mi papá ya habia vuelto a cruzar el umbral de la entrada, con una rabia incontrolable.

La micro prendió sus motores, los que no lograron calmar mi angustia. No lloraba por miedo a que mi padre me siguiera, sino por miedo a que no lo hiciera; miedo a desepcionarlo. Ya lo estaba haciendo.

Yo lloraba, desconsolada, con suspiros similares a los de la chilindrina. El chofer me hablaba de sus experiencias como padre, de los errores que se cometen a veces y me aconsejaba regresar cuando todo se calmara. Yo escuchaba sin oír, sólo miraba mi reloj; las once de la noche, ¿Cómo mierda llegaré al centro, a encontrarme con mi pololo? Mi mejor y más fiel e incondicional complice.

Bajo de la micro cerca de una estación de metro, la cual y como era de esperarse, estaba cerrada. Tendré que tomar una micro que se vaya por la alameda, cerca de media noche, sola y con nada más que una mochila llena de ropa.

No importa. Seguiré con mi desición aunque me cueste algunos riesgos.

Subí, pagué y me senté; acomodé mi bolso y me dediqué a llorar. Sólo lloraba, sin comprender aún de dónde sale tanta lágrima. Lloraba porque mi padre nunca me lo perdonará... lloraba por haber cometido el peor error de mi vida.

Mientras mis lágrimas mojaban mi polera, y mis mocos desbordaban el obstáculo de mis dedos, el caballero que viajaba sentado a mi lado me miraba. Yo me puse nerviosa, pensando en las consecuencias que podría tener esta asaña.

Repentinamente me preguntó, como analizando los litros de mucosidades y lágrimas que brotaban de mi rostro: ¿Tan malo es?

Yo lo miré confundida y le cuenté lo que ha ocurrido. El introdujo una mano en su bolsillo y extrajo un pañuelo, seguro de que eso aliviaría un poco mi mojada situación. Gracias, le dije, y comienza con un monólogo sobre la familia, los padres y los errores. Yo escuché agradecida.

Ya habia llegado. Después de agradecer la amabiliadad de mi acompañante de viaje, descendí de la micro, mientras mi angustia aumentaba a cada segundo. Miro al frente y ahí estaba, esperándome junto a una estación de metro cerrada, en medio de una peligrosa calle. Ese fue mi alivio, pues su abrazo calmó mis miedos, mi angustia y mi rabia, dejándome caer entre sus brazos, callendo en un estado similar a la hipnósis, ya que recuerdo vagamente lo ocurrido después.

Desperté al otro día con los ojos hinchados y junto a una tasa de café en la almohada y a la mirada compasiva y preocupada de mi guardián. Ese fue el primer día de fuga.

// Su amada novia //

viernes, 13 de febrero de 2009

No teme decirlo, ni publicarlo en internet...pues eso es lo que soy. Su amada novia. Aquí, en foros floydeanos y en la quebrá del ají.

// Lo pulento de ser Dos //

2006 - 2009
¡Las cosas no cambian... ni con tres años encima y puro amor!

// No ha venido a conversar. He venido a informar //

viernes, 6 de febrero de 2009

Era una reunion como cualquiera, y una niña apasionada por la política y la sociedad asiste nerviosa, como siempre está antes de hacer algo que pueda no agradar.

-Hola!, entona con una voz tímida, observando a sus compañeros de colectivo que con suerte la miran; los análisis políticos pesan más.

Pues claro, las conversaciones de este tipo siempre serán más importantes que los conflictos humanos... los personales, familiares y sentimentales; no los sociales. Esa es la doctrina del CREA, al parecer.

Pero nada imprtaba. Ella diria lo que debia decir. Se sentó en el suelo a escuchar la discusión; un discurso, en realidad. Temas universitarios, asuntos académicos y funcionarios institucionales eran los contenidos entre los cuales ella intentaría tomar su turno.

El relator toma una pausa para respirar y ella ingresa al escenario, sólo para informar sobre una desición; no para discutir ni para conversar, .

-La política no será parte de mi vida este año. Estudiaré inglés, haré natación o me meteré a los pacos. Haré cualquier cosa, pero no quiero ser Secretaria General de Ceco.

¿Será irrespetuosa?, ¿Será desubicada?, ¿Será irracional y poco seria?

Nada importa. Ella es felíz, y no, tranquilos. No será una linda carabinera.

// Te doy una cancion //

Siempre he pensado que son, para los musicos, la mayor expresion de amor que pueden entregar. Las canciones son para los musicos lo que los libros para los escritores... y los pasteles para los pasteleros.

Siempre he pensado que una cancion de regalo es mejor que cualquier otro presente. Hasta un convertible rosado queda pequeño junto a una hermosa cancion... una cancion con sentimiento... una cancion hecha con amor y dedicacion.

Siempre he pensado que hacer una cancion es la máxima expresion de un ser enamorado. Siempre he pensado que el que me regale una cancion, será, sin dudas, el hombre que más me ame en la tierra. Un hombre que sea capaz de verme como una inspiracion. Si, el ego juega un papel muy importante... un papel que yo bautizaria como autoestima en su máxima expresión.

Cuando me enamoré de un hombre que cargaba y tocaba melodiosamente una guitarra, siempre esperé, secretamente, que llegara a mis oidos una cancion; no una cancion cualquiera. Una cancion pensada en mi y para mi.

Esa cancion ha llegado, pero no solo a mis oidos, sino que también a mis manos y a mi corazón. He cumplido 19 años, y el amor de mi vida los ha celebrado en grande. Ha escrito nuestra historia, pero no en cualquier papel.

Un pentagrama alberga la carta más hermosa que me ha escrito; una carta que viajó por toda la habitación y se agolpó en mis pechos, junto a mi corazón.

Gracias, mi amor. Es lo más lindo que ha llegado a mi. ERES LO MÁS LINDO.

// Pajarito nuevo //

Hace más de un mes que no cruzan palabras.
Esto es un hecho... el sisma familiar se ha consumado.
La primera fase ha finalizado.

Segunda fase: la conocida y nunca bien ponderada
llegada de los pajaritos nuevos.
Los tuyos, los mios y los nuestros.

Oh!, lo olvidaba... para ellos nosotros también seremos
nuevos. ¡Soy un pajarito nuevo!

¿Fase tres? ... que miedo.

// Me encantaria que...//

Es lo que pienso todos los dias.
Me encantaria que, en estos momentos, me llamara.
un mensaje.
Que me hable en msn.
Que si tiene internet quiera comunicarse conmigo más
que jugar en linea.
Que ahora entre a mi blog a dejar los mensajes que
nadie mas deja.
Que me diga que me ama de muchas maneras.

Me encantaria, de verdad me encantaria, encontrar
mensajes en mi muro. Encontrar un correo nuevo
en mi mail, que no sea del centro de alumnos.

Me encantaria, de verdad me encantaria, dejar
de sufrir por estas tonteras... aceptarlo tal cual como es.
Tal cual como lo conoci.

Pues, entre todos, todos, todos, todos los hombres de
este planeta, yo lo elejí a el.

Un millon de razones... quizás el romanticismo es una
de las pocas que no está entre estos millones.

// Cabeza en revisión //

martes, 6 de enero de 2009

Después de cuatro tubitos de sangre extraídos de mi adolecida venita de mi brazo izquierdo; dolorida pues, al parecer, la asistente de enfermería era practicante, y no pudo evitar que la aguja que estaba introducida en mi brazo escapara rauda y veloz, dejando tras ella un fuerte "chorro" del vital fluido corporal. La practicante tuvo que volver a insertar el agujón en mi brazo rápidamente, antes que mi cuerpo caiga desangrado sobre la mesita de exámenes, lo cual dejó muy dolorida mi venita y el brazo entero.

Después de un examen de orina, el que para mi ya es recurrente y cada vez me avergüenza menos dejar el frasco con liquido amarillo en el recipiente que consigna en mayúscula y tamaño 46 "ORINA", ante las miradas de una decena de personas que se encuentran en la sala.

Después de viajar más de 40 minutos hasta los barrios más altos de nuestra capital a una costosa visita a la eminencia ginelógica de la clínica Las Condes. El Doctor Fernández nos esperaba en su oficina, donde le contamos mi problemita, vimos mi operación grabada en marzo del año pasado y nos sorprendió con su sentencia.

- Bueno, no te sacaron nada. Lo que cauterizaron es sólo la punta del iceberg, pero la endometriosis se encuentra al interior de los tejidos, no ahí (apuntando a la labor realizada hace un año por un doctor de providencia).

Después de su revisión, algo chistosa y tierna; sin brusquedades como he vivido antes. Después de ese comentado exámen femenino, que yo juraba que sufriría, pero que finalmente son sólo problemas musculares, arreglables con cualquier kinesiologo.

Después de una interesante explicación de la enfermedad (lo que nunca había ocurrido desde su diagnóstico y cuatro especialistas).
Después de pagar la considerable suma de $45.000, nos fuimos a los leones, a realizar mi último exámen: el scanner cerebral.

Al ingresar debo leer un instructivo, donde me cuentan o vaticinan lo que me ocurrirá dentro de esa sala blanca. Luego, llenar un formulario, donde consigno mis antecedentes médicos y en especial, los motivos por los que estoy llenando el formulario e ingresando a esa sala blanca: fuertes dolores de cabeza y un reciente desmayo.

Ingreso a la sala blanca, sin la cálida mano de mi madre que me ha acompañado durate todo mi tour medíco durante el día. Ingreso sola, y esa máquina enorme me remontó a alguna saga de star war. Era blanca y redonda, con una camilla delgada y fria.

Me recibe un hombre que viste delantal blanco y que me puso más nerviosa que la misma máquina blanca.

Me recuesto y la maquina espacial comienza a funcionar. La camilla se mueve y el caballero de blanco se ha ido tras una ventana por donde me mira. Yo cierro los ojos y me entrego al movimiento de esa fría camilla. Ruidos, muchos ruidos acompañan mi viaje espacial y la camilla n se detiene.

Finalmente lo hace, y el tipo de blanco reaparece. Lo miro y me percato de la presencia de dos blanquidelantal tras el vidrio; ellos me miran fijamente. Están sentandos frente a una pantalla, pero me miran... me miran demasiado. Me puse nerviosa... quizás que habrán visto.

- Listo Catalina!... disculpa, ¿por qué te mandaron a hacer este examen?

-(¿no lo había escrito en la hoja ya? ..pero...si ya lo leyeron, pensé) Por fuertes dolores de cabeza y un desmayo, respondí.

- ¿Un desmayo?, ya. Bueno, ve al mezón principal para coordinar la entrega de los resultados. Chao.

y me retiré de la sala blanca y la máquina espacial. Veo a mi madre que me espera afuera y nos vamos.

Aún estoy nerviosa, tal como lo estaba mientras mi trasero aún estaba congelado en esa camilla fría. Mi cabeza piensa y piensa... tan rápido que no puedo seguirla.