// ¿Trabajar?, Sí, Catalina! A trabajar! //

jueves, 18 de diciembre de 2008

Aunque quieras carretear, aunque quieras aprobechar el tiempo con la mamá, aunque quieras aprobechar el tiempo con el papá, aunque quieras ir a ver a tu tía, aunque quieras salir todos los días con tu pololo, aunque quiras ver a tus amigos de la básica, aunque quieras ir al "Makalú" con las cabras, aunque quieras dormir todo el día, aunque estés cansada de tu primer año de U, aunque el mundo se te venga encima. Te hará bien trabajar.

// Una tía preocupada //

- Tú, con esas notas, con ese desempeño en la universidad, no deberías estar llendo al psicólogo. No lo necesitas, puedes resolver tus problemas tú sola. Debes aprender a hacerlo.


Yo escuchaba, silenciosa, al otro lado del teléfono y pensaba: Ojalá fuera tan fácil, tía.

// Mi hombre favorito //

Alto y delgado. Moreno a estas alturas del año. Pelo corto y de un color negro diferente a cualquier otro. Brazos largos y relativamente musculosos. Viste jeans desgastados, zapatillas deportivas y sus amadas poleras de una banda gringa agro metal. Un deportista, un corredor de maratones, un combatiente de las artes marciales, un ciclista, un jugador de videojuegos compulsivo, un adolescente en plena edad del pavo...un soñador, el esfuerzo y la perseverancia personificados.


Todo un hombre por donde lo miren, pero su carita de niño nadie me la quita de la cabeza.


Es mi hermano. Mi hermanito. Ese niño por quien secretamente me desvivo, aunque nadie lo crea. Un niño que ya no es tan niño, pero que para mi lo sigue siendo. Ese mismo niño que me tironeaba el pelo a los diez años; con quien nos gritabamos y peleabamos; ese mismo niño que catapulté de un solo salto sobre una cama, cayendo sobre una cómoda y causándole unos cuantos pares de puntos en su pequeña cabecita de seis años.


Es el mismo niño lleno de problemas y de dudas, las que son celosamente escondidas tras un rostro alegre que juega mirando una pantalla de computador. Un niño que mata soldaditos todo el día con su "maus" aniquilador, pero que luego entra a mi pieza mientras yo estudio, me sonríe, me besa en la cara y se va, sin decir nada.


Ese niño, ese hermano que tengo a mi lado, es mi adoración. No lo demuestro pues no sé cómo. No se lo digo, pues no sé decirselo. No lo ayudo pues no sé hacerlo.


Espero, algún día, encontrar la manera de hacerle ver, que de una u otra forma, yo he estado en su vida, en cada paso. Hacerle ver que el es más que el hermano molestoso. Hacerle ver y sentir cuánto, cuánto, pero es que cuánto Lo Admiro y Amo.

// ¿Amor?... Sí. ¡Amor! //

Cuando sonó mi teléfono y vi su rostro en la pantalla, estaba felíz.
Corrí al segundo piso -donde hay más señal que en el resto de la casa- a contestar.
- ¡Hola mi amor!, dije enérgicamente, pero una voz tímida me contesta:
- Hola amor... eee...¿cómo llego al Hospital Salvador?
Aún no logro explicarme las sensaciones que se experimentan en situaciones como estas. No temí por mi mamá, ni por mi padre ni por nadie de mi familia, temí por él.
- ¿Qué pasó?, respondo preocupada, con un dolor de estómago impresionante.
- Mi mamá... tuvo un accidente. Todavía no sé nada. No sé qué pasó.
Ahí comprendí una parte de lo que tanto me costó entender. Ahi vi reflejado, en mí misma, una de esas manifestaciones que suelen surgir en situaciones como estas. Ahí me di cuenta, que si bien hay ciertos acuerdos de lo que es el amor en general, nadie lo sabe con certeza; nadie puede juzgar los sentimientos; nadie puede precisar qué es lo que siento.
Cuando escuché a ese hombre, que más que ser mi compañero durante tres años; que más ser un amigo incondicional; que más que haber sido motivos de rabias y penas... un hombre que a pesar de los problemas...cuando lo escuché sufriendo en silencio, supe que lo que sentía en mi estomago, no puede ser nada más que amor. Sí. Lo amo... ahora lo confirmo y aseguro con más ímpetu que hacer tres años.